Perdidos en el tiempo

    Se han preguntado alguna vez, a dónde van a parar todos esos elementos que han perdido su función a causa de la modernidad. Con el nacimiento de e-mail, los buzones que siguen instalados fuera de nuestras casas o apartamentos, han perdido su valioso oficio. Inmersos en su profunda tristeza, sus hambrientos contenidos no logran satisfacerse con los escasos restos de publicidad callejera y los periódicos sobres que contienen cuentas de cobro y recibos de empresas desalmadas… ¿podría ser mayor su desgracia?. Dichos buzones ahora no son más que recuerdos, cuando en otras épocas inmemoriales solían ser quienes resguardaban todos los sucesos importantes de la vida y/o las noticias apremiantes de alguien más; por eso debían ser cerrados con celo bajo llave, para que nadie más robara aquella información.

    Ahora, ¿dónde se encuentran entonces aquellas llaves? Dichas llaves también han sido víctimas del olvido y quizás ahora que han perdido su oficio se encuentran en algún llavero viejo, dentro de un cajón sucio o lejos del conocimiento público en algún estante, llenándose de polvo e inutilidad. Mire en su bolsillo, cuántas de ellas carga en este momento y cuántas cumplen su labor constantemente, seguro que “todas” son usadas para salvaguardar bien su casa u otro sitio. Pero en cambio ha visto como otras llaves viejas y sin oficio se arruman... tal vez a causa de chapas rotas que las dejaron huérfanas o de claves nuevas que debieron ser cambiadas; acumulándose ahora una tras otra, hasta parar en la basura o más adelante en las calles, pues algunos prefieren por su paranoia abandonarlas lo más lejos posible para evitar problemas y robos. Entonces quedan allí, tiradas sin esperanza en medio del asfalto, sin la posibilidad siquiera de abrir nuevos caminos, junto a otros restos de basura que ya nadie necesita o quiere tener.

    Sólo por citar un ejemplo, ahora los celulares se desbloquean digitalmente; un par de dígitos en secuencia o una clave serial con algún garabato que sólo conoce su dueño y ¡voila!, el dispositivo está preparado para realizar llamadas, usar alguna revolucionaria app o principalmente enviar un e-mail, el mismo que no llegará a un buzón físico…  lamentablemente. Desde luego también podrá tomar miles de fotos que nunca serán impresas, que se arrumarán en carpetas internas en la memoria o en nubes en algún servidor de un país que nadie conoce; y muchas de esas fotos no volverán a ser usadas por muchas personas, así como las llaves de las que nadie ya se acuerda… tristemente. Sin embargo, en algunos hogares y como museos del recuerdo, aún viven álbumes familiares como reliquias de momentos que se alabaron sagradamente en el pasado. En fotos como aquellas pudimos entender la fugaz juventud de nuestros padres, los viajes a la costa caribe o a algún río cercano de Antioquia; conservar el recuerdo de aquel Renault 12 u otro vehículo que solía ser un miembro más y por último, remembrar una época que de momento parecía ser mejor. Ves evolucionar a tu familia gradualmente a través de las páginas, crecen tus primos, envejecen tus tíos; ves como lucias de niño y entiendes que de todo aquello ahora no queda nada y finalmente olvidas los recuerdos, como se olvidan las fotos que ya nadie mira en las redes sociales pasado un tiempo.

    Recuerdo cuando todo era más simple, donde a puño y letra escribías cartas con destinos ciertos de gran espera y ansiedad; pero hoy en día la inmediatez nos ha robado todo lo simbólico y nosotros mismos lo hemos permitido. Vivimos entre textos planos con interlineado a 1,5 y la bien ponderada arial número 12; vivimos perdidos en la internet buscando un sentido al tiempo perdido, tratando de ubicar direcciones cuyos remitentes son marcados como ganado por arrobas, enviando impersonales correos que ya no llegan a buzones olvidados, que no serán cerrados por llaves olvidadas y que a su vez no traerán físicamente fotos de momentos olvidados.



Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Vuelvo al sur

Encierro

El Sueño