Blanca sal

Tomo los fragmentos de arena de aquel castillo

que el viento había golpeado con su pasión,

decidiendo que el tiempo es relativo

cuando en el horizonte todo es resguardo.

Entre la blanca sal y unas cuantas palabras,

escojo entender que lo pasado

no es más que una ola de mar…

Una ola de mar que va y viene, que viene y va;

que te arrastra contra la marea del recuerdo

y te sumerge con furia en un rezago de espuma pasajera.

 

Tomo un bote, que no es más que mis historias,

el norte ya no hace parte de las opciones,

pues la deriva ha negociado el rumbo.

Conservo la forma de las nubes que cruzan el panorama,

aquella última y deforme porción de algodón dulce

no es más que todo lo que he vivido.

Surco entre promesas alejadas de percepciones,

y en medio del todo oceánico, abrazo el ancla.

Danzan frente a mí corales extrañados por la presencia

de una forma material que no se reconoce,

que sólo busca un lugar cálido donde tocar fondo.



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